Las discotecas se pusieron de moda a lo largo de los años 60 en
multitud de países, incluido España, donde fueron introducidas por los
pieds-noirs argelinos que se asentaron en Alicante en 1962, huyendo de
las matanzas de la guerra de Argel. Estos exiliados fueron quienes
sembraron de discotecas la costa mediterránea, a imitación de los
parisienses Whiskey à go-go.
Una de las primeras, la montaron en Valencia,
en la calle Navarro Reverter, donde cada cliente tenía en una taquilla
su botella de whisky, pero este tipo de exclusividad esnob dio paso a un
estilo más abierto, aunque siguió siendo un sitio caro y repleto de
pijos. Allí se bailaba twist en una pista cuyos focos bañaban a los
bailarines en luces de colores. Disponía de cabina con dos tocadiscos y
un disc jockey encadenaba la música en un todo continuo para no
interrumpir el baile. Otros argelinos siguieron la moda, montando
discotecas como Río Salado, El Cala y El Pulpo en Cullera con el boom turístico.
La
moda de la música encadenada se refleja en las recopilaciones francesas
Formidable, una serie de discos de soul en los que se alterna una cara
lenta y otra movida, con canciones enlazadas al modo sencillo de los
pinchadiscos franceses de aquellos años.
El
nuevo sistema de las discotecas cambió las costumbres de las anticuadas
boîtes, con sus orquestinas desganadas y las parejas de baile
evolucionando por la pista como bailarines de salón o dándose el lote.
En las modernas discotecas se alternaban los tiempos de baile movido,
con la pista abarrotada, bailando cada cual a su aire, con otros en los
que aún predominaba la música lenta para ligar. Ese era el momento
mágico de las parejas de enamorados, cuando se apagaban los focos y
giraba la bola del estroboscopio y chisporroteaba sobre las parejas
plateados destellos de luz.
El triunfo del twist y
el auge de las discotecas cambiaron la forma de relación social de las
personas en los años 60. Si bien es cierto que los más jóvenes siguieron
organizando guateques caseros, con sus discos y sus ponches de
frutas, los adultos comenzaron a frecuentar las discotecas,
especialmente, en la costa veraniega.
El
turismo, que cada año aumentaba exponencialmente en España, hizo el
resto, importando usos y costumbres foráneos que el español incorporó de
la misma forma que se americanizó en los años 50. En estos años aumenta
el consumo de música francesa e italiana; la primera, por ser la que
los dueños argelinos de las discotecas ponían durante las sesiones de
música lenta en las discotecas costeras, y la segunda, por ser la
preferida de los festivales de música: San Remo, Cantagiro, Eurovisión y los Festivales de Benidorm y del Mediterráneo, donde triunfan los mismos cantantes que luego participan en el resto de festivales.
Fuente: Catálogo Exposición Ídolos Pop
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